Yo sé que no son míos
sus angustias y dolores
ni su falta de remedio,
ni sus tardes sin colores.
Pero cuando la sueño sin brillo
cansada, golpeada
me gustaría ser el río
y en mis orillas, besarla
Mas mis labios son de barro,
o de una sustancia opaca
que al tratar de revivirla
terminan por ahogarla.
Fui la piedra que se hundía,
a la que estuvo encadenada
y ahora soy el mismo río
que resuena de nostalgia,
pasando bajo el mismo puente
sin importar cuanta agua,
revolviendo en el cieno
toda la vida pasada.
Y es esta nuestra suerte,
no verla en mi último día.
No despertarme a su lado.
No regalarle esta vida.
Porque no es suya mi muerte,
ni siquiera esta agonía.
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