Mi viejo se muere.
Tiene una máscara dolorida que sonríe a veces.
Tiene una máscara dolorida que sonríe a veces.
Nunca fuimos cercanos.
Quizás lo éramos cuando
jugaba a la lucha conmigo
jugaba a la lucha conmigo
en el piso de mi pieza,
cuando llegaba cansado de la fábrica,
o cansado de manejar una ambulancia,
o cansado de doblar cajas
en la penumbra del comedor
para pagarme la escuela,
comprarme libros,
o para que no me falte la comida.
Quizás entonces nos permitimos el cariño.
o cansado de manejar una ambulancia,
o cansado de doblar cajas
en la penumbra del comedor
para pagarme la escuela,
comprarme libros,
o para que no me falte la comida.
Quizás entonces nos permitimos el cariño.
Después solo hubo un rencor callado.
Una desaprobación constante de ambos lados
Una desaprobación constante de ambos lados
que nunca entendí de dónde partió.
Jamás le pedí un consejo a mi viejo.
Quizás nuestras últimas palabras sean:
"No sé qué decirte".
"Gracias".
"Chau".
Quizás solo le mienta,
vista la apariencia del doliente
y le diga
que todo va a estar bien.
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