Hoy cuando pasé por su ventana no pude evitar escuchar su sollozo. Un llanto callado, que solamente se descubre en el sonido de la respiración. Sin pensarlo me quede parado en el umbral de la ventana, esperando un supiro que nunca vino. Imaginé que, sin darle tregua, las lágrimas rodaban por sus mejillas. La dibujé en un rincon, con los brazos cruzados sobre sus rodillas y la cara hundida en sus antebrazos.
Una nube cruzó el cielo y tapó el sol por un segundo.
Recordé que estaba en la calle, a unas cuadras de mi casa. Recordé que llegaba tarde, que estaba perdiendo tiempo en nada. Una cara conocida pasó a mi lado y me trajo de nuevo a la realidad. Me puse nuevamente en marcha.
Pero llegando a mi casa todavía sentía el llanto resonar en mi mente, partiendome el alma. Porque a ella no la conocía, no tenía idea de quien era, pero a ese dolor lo conozco y las lagrimas... todas las lagrimas saben igual.
Silla!
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