Uno les teme, sabiendo que su poder anula todo lo que podamos hacer para negarlo. También se les respeta, porque representan la verdad dentro de nosotros.. Aparecen cuando estamos descuidados, cuando bajamos la guardia y comenzamos a hablar mientras pensamos. Ellos nos conocen mejor que nosotros mismos y es inútil tratar de evitarlos.
Donde hay un error o un rastro de duda, ellos vendrán corriendo para dejar a la verdad intacta. Y a nuestras mandíbulas por el piso.
Forman parte de esta naturaleza autodestructiva de las personas, esa necesidad de negarse una y otra vez, de desdecir nuestras palabras, de contradecirnos.
Están mas allá de los humanos, mas allá de nuestro entendimiento. Se esconden en la sombra de nuestros pensamientos más sólidos y pasan imperceptibles hasta que ellos desean ser notados.
Estos semi-dioses modernos, estos angeles de la guarda verdugos... estos entes que nos ven a travez, que no nos dejan mentir ni a nosotros ni a los demas.
Reinvindicando temores, derribando supuestos, haciendonos dudar de nuestras creencias... Una vez mas aparecen triunfantes, los actos fallidos.
Silla!
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