miércoles, junio 08, 2011
Terrores ambulantes
No te das cuenta, nena, no te das cuenta que cada vez que te parás abajo de esa luz no sos vos y yo empiezo a ser otro y te empujo contra mi para que no se te deforme la cara pero, que inútil que es, si ya no sos vos, nena, si ya tenés otras cejas y yo te aprieto contra mi cara, siento el calor de tus mejillas y con miedo abro los ojos entre los besos porque las cejas siguen ahí y te cae un mechón de pelo que nunca fue tuyo, que apartás con esas manos que no se parecen en nada a las tuyas y ya es tarde, nena, tengo que meterme dentro tuyo y rescatarte, tengo que escapar de vos y de lo que te estás convirtiendo, y sé que no comprendés, nena, si me mirás con lástima mientras me desespero al pelear con tus formas, porque sé que ya perdiste los ojos también y no sos vos la que me tiene tanta pena, y trato de encontrar un centímetro de piel que sea tuyo, que no haya cambiado, pero no estás ahí y qué lejos que parecés estar ahora, mientras me mezclo entre estas cejas, estos ojos, estas manos, esta voz que me susurra al oído que la haga mía, que no es tu voz y no son mis oídos, porque yo también ya cambié, ya soy otro y puedo verte confundida a los pies de la cama, me apiado y voy a tu encuentro, dejando que los cuerpos se reclamen, se sacien y se amen, no emitimos comentario, solo te miro y te reprocho con tristeza, porque no te das cuenta, nena, no te das cuenta.
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