Me deshago como un hojaldre bien hecho
con la sequedad absoluta y el crujir sereno
y eso que no me gusta el hojaldre.
Peor sería ser como las palmeras,
un mazacote apelmazado,
de escamas que no pueden liberarse
de una pintura nacarada de azúcar
y almíbar.
¿De qué sirven las cualidades
envueltas en su contrario?
¿De qué sirve la liviandad de la escama
en un denso arrecife?
¿De qué sirve el corazón bueno
de un hombre de ignominia y desagrado?
¿De qué sirve un alma indómita
en un cuerpo encarcelado?
De nada sirve
un corazón sobre un altar,
siendo bueno y sin latir,
de nada sirve un alma suelta
sin un cuerpo al que nutrir.
Por eso mejor hojaldre,
seco y sin sorpresas
y aunque me pese,
viene bien a la hora del mate.
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