- Soy un hijo de puta- solté entre dientes en el viento frío de la madrugada y refugié mi cuello levantando los hombros, dejando que el saco me abrigue un poco mas la nuca.
- Ja ¿Por qué lo decís?- preguntó Ezequiel, soltando las palabras muy lentamente. Lo miré desde abajo, con ira, quizás sintiendo que nadie debía haber escuchado esa pregunta. Pero él parecía ignorarme. De no conocer su voz, jamás hubiese pensado que había sido él quien había hablado. Masticaba un chicle y tenía un vaso vació en la mano, apenas sujeto por sus delgados dedos. Sin decir una palabra volví mi vista al vacío de quince pisos e intenté enderezarme. Los codos me dolían de soportar mi peso en la baranda del balcón y el rocío había hecho que el metal resbalara, por lo que casi perdí el apoyo de mis brazos al erguirme y tuve que buscar el equilibrio dando manotazos.
Ezequiel no pareció percatarse de mi movimiento brusco y desesperado. Él también tenía los codos sobre la baranda pero apoyaba su espalda en la pared del balcón, mirando hacia el interior del departamento. Me incorporé recuperando mi actitud aburrida y emulé su postura.
- Alta joda, eh- me dijo con la misma lentitud de antes, y corroboré que había escuchado bien su voz hacía un instante y de paso que él estaba borracho.
- Mmmseh.- le dije denotando sueño y lo miré por encima de mi hombro. No conseguí reacción de su parte, seguía con los ojos fijos en la cortina que separaba el interior del departamento del balcón donde estábamos parados. Sus ojos cosidos a la cortina, el mascar frenético del chicle y el movimiento nervioso de su pie izquierdo le conferían un aire un tanto angustiante. Enfermizo.
- ¿Qué?- me preguntó mirándome por primera vez, como saliendo de un trance. Tenía los ojos vidriosos y colorados, pero su mirada era la de un ser consciente e inteligente. Le examiné la cara de cansancio y me tomó por sorpresa que siguiese esperando la respuesta a su pregunta.
- ¿Por qué soy un hijo de puta?- pregunté sin saber que era lo que quería saber.
- ¿Eh? No, no- me negó enérgicamente con la mano que sostenía el vaso.- ¿Qué dijiste recién, cuando yo dije algo?- quiso saber ladeando un poco la cabeza.
- Nada,- respondí en un balbuceo.- Solo dije "si"- Me resultó extraño tanta duda por un monosílabo, lo que me hacía pensar que Ezequiel no había estado en sus cabales desde hacía rato y recién en ese instante aterrizaba en la realidad.
- ¿Y yo qué había dicho?- dijo serio y preocupado.
- "Alta joda"- le respondí extrañado. Cuando terminé de hablar lo miré frunciendo el ceño, buscando entender algo que ninguno de los dos comprendía. ¿Qué estaba pasando ahí? ¿De qué estábamos hablando? Ezequiel ya no me prestaba atención. Miraba al cielo , que a quince pisos del suelo, seguía igual de oscuro y nublado.
- ¿"Alta joda"?, dios mio, que pelotudo.- dijo con una sonrisa y una película de neblina en los ojos. Echando su cabeza hacia adelante, despegó el cuerpo de la pared del balcón y se encaminó hacía el ventanal que hacía de puerta, pareciendo reflexionar cada paso que daba- Necesito más alcohol- dijo antes de que la luz, el humo y el ruido se lo tragasen.
Y no lo volví a ver nunca más en mi vida.
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