Perdón poesía, por creerte algo serio,
por pensar que solo la rima te satisface,
que solo puede doler un corazón en llamas,
que solo el gris cabe en tu paleta y en tus pinceles.
Este tiempo sin vos, poesía, cambie mi tipografía.
Ya no escribo más en mayúscula imprenta
y aprendí a abrir los signos de interrogación,
quizás de una manera un tanto neurótica.
Me abrigó la ciencia ficción con esquemas increíbles
incorporé los pársec a mis mediciones
y ahora no me parecen tanto
los años luz que nos separan.
Casi te diría que no hay nada
que me alegre tanto como imaginarme
un Deus ex machina de positrones
con una hipótesis de lógica ajustada.
Sigo teniéndole miedo a los nombres propios,
y vivo teniendo ataques de vergüenza ajena,
principalmente de la gente que rapea en la calle
o las viejas que buscan cómplices de su indignación.
No le llamaría un fracaso a este plan
de volverme una tarde de otoño,
porque cuando era chico quise ser arqueólogo
y sin querer me rodeé de cultura muerta
con músicos de jazz y Big band
que jamás hubiese conocido
sino fuese porque ser humano
es vivir haciendo vínculos.
Y cuando tomo whisky a la noche
no me siento en una comedia
ni interpretando un papel que me quede grande
solo, quizás, y siendo un poco honesto
me parezca algo pedante
el deseo
de prenderme un cigarrillo
y querer completar la escena.
Y a veces siento que debo pedir perdón
o permiso,
por mi barba o por mis libros
o por tocar tan mal la guitarra.
Si vieses que duros que son, poesía,
cuando uno está cómodo siendo uno
sabiéndome que debo mucho
recordándome que no olvido nada.
Perdón poesía, por creerme algo serio,
por pensar que solo la rima me satisface,
que solo puede doler un corazón en llamas,
que solo el gris cabe en mi paleta y en mis pinceles.
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