martes, junio 29, 2010

CromosomasamosomorC

Me situé frente al cubo con una lentitud impropia y exasperante. Tomé en cuenta el detalle de que el cubo se encontraba flotando en el espacio, sin responder a la gravedad que me aplastaba contra el suelo y hacía de mis movimientos una danza agónica. El tiempo parecía transcurrir con paciencia y la tarea contemplativa resultaba más sencilla a pesar del retardo. Reparé en el hecho de que debía ser un sueño, porque el fondo que me rodeaba parecía fuera de foco y solamente el cubo y yo teníamos nuestros bordes definidos. Pero mientras más me concentraba en el cubo, más caras aparecían en su superficie. Fue mutando de cubo a octaedro, de octaedro a dodecaedro, y de pronto tenía tantas aristas y caras que ya no sabía que nombre le correspondía.
- Sin duda es un problema- atiné a decir, mientras me detenía frente al objeto que rotaba sobre su propio eje, a la velocidad mínima de ese universo subconsciente.- Pero sin dudas no puede llegar a la esfera.
En los sueños no existen los “antes” y “después”. Una vez despiertos tratamos de darle sentido a todo aquello que experimentamos, y aplicamos la progresión del tiempo, para que, narrativamente, el relato del sueño tenga coherencia. Yo me dí cuenta en ese instante, cuando el poliedro multiplicaba sus caras rabiosamente, que eso era un cigoto y yo estaba presenciando el inicio mismo de una vida aberrante. Pero lo supe desde un principio, desde que era un cubo, desde que me encontré parado bajo esa atmosfera aplastante. Y aquella vida que se reproducía frente a mi era un problema y jamás llegaría a la perfección de la esfera.
Y yo, abatido por el peso de la situación, no podría escapar a su expansión. Con pies de plomo y los brazos cansados, dejaría que el poliedro me engulla y me convierta en solo una cara más de esa vida imperfecta.

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