martes, julio 06, 2010

Metamensajes-Paramensajes-Mensamensajes

En la oficina siempre tenemos la misma discusión. Sus escritos están plagados de errores ortográficos y en su defensa siempre saca a Cortázar del bolsillo.

Yo no soy el tipo más inteligente del mundo, quizás mi único gesto de sabiduría es saberme no tan estúpido como para creerme inteligente, pero entiendo que el escribir mal de Cortázar era una contestación a algo, el tipo no escribía por escribir, de gracioso que era. Él dice que es una cuestión de personalidad y temporalidad, que en la época de Cortázar no había computadoras (( y yo le digo que sí, pero él dice que no va al caso )) personales para escribir, con un procesador de texto y apretando F7 no aparecía Clippo para decirte donde pifiaste, porque no había F7 en las máquinas de escribir, entonces, cuando uno se mandaba un error ortográfico, en vez de tachar o pasar toda la hoja, lo cual es bastante feo y molesto respectivamente, uno tenía que seguir nomás. Después del moco, uno tenía que jugárselas y seguir hasta las últimas consecuencias, dice él y yo no le creo, porque por más bonito y metafórico que resulte, el escribir es una tarea seria y los errores de Cortázar eran adrede, se reían de los cuellos tiesos, de los monóculos, de la biblioteca con hogar a leña.

Él me dice que no lo niega, pero que prefiere pensarlo a Cortázar como a un tipo que no podía dejar de pegarle a las teclitas de su máquina de escribir, eufórico, tanto que a veces las patitas que suben cuando uno aprieta una tecla se entrelazaban de lo rápido que iban y además, me recuerda cortantemente, el tipo hablaba como cinco idiomas, alguna vez escribiste "the" como "de", ¿o no? y le tengo que dar la razón. Pero en eso nada más. Y la remata diciendo que Cortázar era humano y como humano se equivocaba, pero lo grandioso de él es que no ocultaba sus errores, los hacía parte de su literatura. Convivía con ellos, los aceptaba.

Entonces le digo que hablar con él es tratar de razonar con una pared. Él se ríe sin culpas y vuelve a su computadora a escribir atrozmente y yo vuelvo a mi cubículo no sin antes sentir con algo de vergüenza que tiene razón en equivocarse y que mi piso lleno de papeles hechos un bollo son mucho más que palabras mal elegidas.

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