lunes, agosto 02, 2010

El hombre es una isla y todos somos lobos.

A cuarenta pasos de donde la oscuridad era total comencé a distinguir por donde caminaba. Paulatinamente los ojos se acostumbraron a la penumbra y la tenue luz de la luna tambaleándose en el cielo comenzó a proyectar sombras y contornos.
Gets me everytime it happens. De pronto ya no caminaba erguido, sino mas bien, de costado, tratando de adivinar o intuir si el próximo paso caería en barro estable o líquido. Los brazos, como una herradura, acariciaban las ramas, pidiéndoles permiso, apartándolas del paso. Contuve las ganas de echarme a correr y me senté en cuclillas con la espalda pegada a un árbol.

Entonces oí al río.

Me levanté fascinado y caminé con prisa hasta el borde del camino. Mas abajo corría el río envuelto en frío y negrura. Una espuma casi fantasmal se sujetaba de las orillas, simulando calma y lentitud, mientras que algunas ramas arrastradas por la corriente pasaban a toda velocidad y se perdían en los pliegues del agua. Respiré hondo y al exhalar, pude ver mi aliento condensarse frente a mis ojos. Preso de una felicidad primordial, me di vuelta y avancé lentamente, inmediatamente a tu lado. Reptábamos en las tinieblas, absorbíamos cada centímetro de bosque, dejábamos que la humedad nos cale los huesos, nos tatue el universo en las costillas. Con tu contorno en el rabillo de mi ojo derecho suspiré celoso y angustiado.

Si realmente estuvieses acá,
también te enamorarías
de la noche.

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