miércoles, junio 15, 2011

El post que nadie leyó porque medía un kilometro

... y no hablaba de desamores

Tío y Mamá no me quisieron creer cuando les dije que había una bomba en el jardín. Yo estaba por salir de casa para ir a la escuela, primero pasar a buscar a Loprito por la esquina de 9 de Julio y Azcuénaga, jugar a tirarnos bolitas de paraíso de vereda a vereda y correr una carrera hasta la escuela, para llegar antes de que empiece la clase de la Señorita Silvia que nos tenía entre cejas. Pero antes de poner un pie en la calle, cuando estaba por abrir la puerta del jardín, me di cuenta que, al lado del pinito, estaba tirada la bomba. Entré corriendo a casa, gritando la noticia, pero Tío y Mamá, que estaban charlando en la cocina, no me prestaron atención. Cuando tiré del delantal de Mamá, ella me miró con cara de "los adultos están hablando, Hugo" y yo le repliqué con cara de "Pero es urgente, hay una bomba en el jardín", lo cual fue una inspiración del momento, y aunque me salió bastante bien, siguieron sin prestarme atención. Por suerte el Bobi no dejaba de ladrar y cuando Tío salió cinturón en mano para callarlo, vio la bomba y llamó a Mamá para que vaya.

Uno se daba cuenta enseguida que era una bomba porque era igualita a las que mostraban en las pelis. Tenía tres tubitos colorados, cuatro cables blancos y un reloj digital con números en rojo. Estaba tirada de costado, con el reloj para arriba, muy cerca del pinito. Seguramente el Bobi habría querido ir a pillar al pinito y se habrá asustado al encontrar la bomba. Tío lo tenía de la correa, porque el Bobi se había vuelto loco y quería oler la bomba a toda costa. Mamá me tenía de la mochila porque yo no quería ser menos que el Bobi y quería investigar la bomba antes que él.

Tío y Mamá se miraron y al mismo tiempo se encogieron de hombros. Tío levantó una mano y le pegó con fuerza al Bobi en la mitad del lomo. El cuero del cinturón hizo un chasquido tan fuerte que tapó el ladrido de dolor del perro. El Bobi salió corriendo a la cucha, mientras lloraba agudísimo. En seguida, Mamá levantó una mano y yo me safé de la mochila y corrí hasta la bomba. Para que no me peguen como al perro, agarré la bomba y la abracé como lo abrazaba a Bobi cuando era cachorro. Los dos se quedaron congelados, mirándome con caras de susto.

- Hugo, dejá eso ahí- dijo Mamá, enojadísima. Su tono de voz me hizo abrazar la bomba con más obstinación.
- No Mirta, que no la mueva más que puede explotar. Huguito, quedate así como estás- dijo Tío, que parecía saber más de bombas que Mamá. A mi la bomba no me causaba mucho miedo, por lo menos, no más que el miedo que me daban los chirlos de Mamá. Y todo porque a alguien se le había ocurrido tirar una bomba en el jardín de nuestra casa.
- ¡Pero como va a tener eso en brazos!- gritó histérica Mamá.
- Tranquilizate Mirta y llamá a papá- dijo Tío y cuando decía "papá" quería decir "Abuelo", porque él todavía no entiende que Papá es otra persona. Mamá se fue diciendo algo entre dientes mientras entraba a la casa a buscar a Abuelo.

Abuelo bajó lento las escaleras al jardín y yo le sonreí cuando me guiñó un ojo al verme. Después se dio cuenta de que yo tenía la bomba en brazos y frunció el ceño. Se paró a un paso de mi y le alcé un poquito la bomba para que no tenga que inclinarse tanto al estudiarla.
- Si, es una bomba- dijo Abuelo después de observar el objeto por un rato y Mamá hizo un sonido que parecía de toro enojado.
- ¡Bueno, hace algo papá!- dijo Mamá y Tío la agarró de los hombros y la sacudió un poco.
- Mirta, ¿te quedás tranquila? Andate para adentro que nos ponés a todos nerviosos y esto en una patada lo arreglamos- le dijo Tío muy serio. Sin el cinturón puesto, el pantalón se le bajaba de lado y se le veía el calzón. A mi me causo gracia.
- Yo me voy adentro con Hugo, antes no- dijo Mamá, mientras se ponía a llorar.

Yo no quería ir para adentro, porque seguramente Loprito estaría en la esquina de 9 de Julio y Azcuénaga, preguntándose por que tardaría tanto en llegar y yo odio dejar a la gente esperando. Mamá empezó a moquear y Tío le decía que pare, tonta, que no pasaba nada.

- Che, Núñez- se escuchó en la puerta. Miré por entre las rejas y vi la cara regordeta de Loprito.- Núñez, que vamos a llegar tarde a la escuela-
- Ahora no puedo, Loprito- le grité- tenemos una bomba en el jardín.
Loprito puso cara de entender la situación y a mi ya se me hacía que, como se lo estaba tomando todo el mundo, tener bombas en el jardín era una cosa de lo más común. Mamá estaba teniendo un ataque de llanto y Abuelo tuvo que ayudarlo a Tío a agarrarla, porque le agarró un berrinche que ni te cuento y pataleaba como si estuviese nadando.
- Vení Núñez, dejame ver un poco- me dijo la cabeza de Loprito que se asomaba en un agujero en los ligustros.

Como Tío y Abuelo estaban muy ocupados tratando de acostar a Mamá en el pasto, yo me moví del lado del pinito y fui hasta donde se asomaba Loprito
- ¿Pesa?- me preguntó, a lo que le respondí con una negación con mi cabeza.- ¿Qué viene a ser lo que tiene ahí?- me dijo señalando con la nariz. Yo, que hacía un rato que la tenía en andas, ya me sentía un experto en bombas, así que le explique.
- Esto que tiene acá, ¿ves los tubitos? viene a ser el explosivo; lo de acá son cables que llevan la orden de detonar a la bomba y el reloj es lo que cuenta los segundos que quedan para que explote.
Loprito se quedó mirando largo rato la bomba, primero, con cara de pregunta, después de sorpresa y al final, con cara de tarado y cuando ya me estaba cansando de ser una repisa humana, levantó la mirada y me dijo:
- Pero... ¿no tendrían que ir para atrás los números?

Cuando les pude explicar a todos lo que había descubierto Loprito, nos reímos un rato largo. Abuelo nos hizo pasar a todos adentro de casa para tomar un poco de jugo y Mamá se amigó con Tío, aunque él le seguía diciendo que era una boba. Loprito le decía a Tío que a él también le gustaría que en su casa tiren una bomba, y no tantas piedras, porque él es así de envidioso. Abuelo se tomó el atrevimiento de llevarse la bomba a su habitación para usarla de despertador y, hasta donde yo sé, no hubo ninguna explosión. Lo único malo de todo eso fue que la Señorita Silvia nos puso a Loprito y a mí una mala nota en el cuaderno por llegar tarde y nos llenó de tarea. Todo porque a alguien se le ocurrió tirar una bomba que cuenta para adelante en el jardín de mi casa.

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