Era demasiado temprano para cuestionamientos, pero vos insististe. No entendias. No entendias como podía decir tales cosas naturalmente, como si fueran parte de mi desde siempre. No eran otras ideas... simplemente eran otras palabras.
Y te me quedaste mirandome, confundida y confusa. Quizas tratabas de entenderme descifrando mis ojos.
La obviedad era demasiada para mi... NO PODÍAS no entenderlo... pero aun asi permaneciste en silencio.
No se habló mas. Nos limitamos a seguir leyendo lineas proyectadas por la persiana.
Te miré de reojo y me sonreí. No te entendía...
Silla!
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